jueves, 12 de septiembre de 2013

La jerarquía de mando del Imperio Inca (el Tahuantinsuyo) era muy rígida y vertical, pues el denominado Inca era quien tomaba las decisiones, secundado por los cuatro suyuyoc-apu (jefes de cada uno de los cuatro suyos) que residían en la capital. El Inca era considerado hijo del Dios Sol y por tanto, tenía origen divino.  Otros consejeros asesoraban al Sapa Inca en materia judicial, militar o religiosa, además de un grupo de funcionarios que, en su calidad de veedores generales del Incario, se desplazaban por todo el imperio informando al Sapa Inca de cuanto sucedía. El Inca gozaba de todas las comodidades imaginables y su figura era respetada y venerada por todos. Entre sus privilegios también estaba el de poder elegir a sus mujeres entre las escogidas para tales fines, pero siempre debía casarse con una de ellas. 
Las comunicaciones eran fundamentales para mantener la unidad del Imperio: para ello construyern una red de camninos, que de Cuzco partían y a Cuzco llegaban. Los chasquis eran los encrgados de llevar los mensajes a diferentes puntos del Imperio: mensajes memorizados, pues no conocieron la escritura, que recorrian muchos kilometros por día.
En la administración del Tahuantinsuyo hay que destacar el funcionamiento de dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución. La reciprocidad, de una existencia anterior al dominio inca, era un mecanismo que operaba al interior de las aldeas y comunidades, permitiendo la ayuda mutua, la cooperación y la regulación de los intercambios. Así por ejemplo, las labores agrícolas eran ejecutadas por todos los miembros de un ayllu en virtud de los lazos de reciprocidad vigentes, y el producto del trabajo era repartido también entre todos.
Jefe ataviado con simbolos de la antigua nobleza incaica
El pueblo, por su parte, estaba constituido por una serie de grupos que desempeñaban distintas funciones. Ahí se ubicaban los artesanos; los hatun runas, que eran la gran masa campesina; los mitmaq, súbditos trasladados por los incas para colonizar zonas conflictivas dentro del imperio; los pescadores y, finalmente, los yanas quienes eran utilizados como servidores personales de la élite. El pueblo y la élite se vinculaban a través de los curacas locales y la burocracia estatal.
Población Tributaria en el Imperio Incaico
El ayllu era la unidad básica de toda la organización social, cuyos miembros reconocían antepasados comunes, aunque no constituían ni un clan ni un linaje. Cada ayllu, formado por aproximadamente cien familias encabezadas por un curaca, poseía tierras comunales que eran trabajadas por todos sus integrantes. Las familias tenían, asimismo, una porción de tierra (tupu), para satisfacer sus necesidades. A partir del dominio incaico, los ayllus también debieron cultivar tierras para el Sol (religión) y para el Inca (estado). La familia, formada por la pareja y sus hijos solteros, era, en síntesis, una unidad de producción y de consumo dentro de la cual se establecía la división del trabajo.



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